Actividad, empleo, inflación y remuneraciones a mayo de 2023

El panorama general

En el trimestre febrero-abril, último para el cual hay información, se registró un punto de inflexión, pues la actividad cayó en -0,2% respecto al trimestre previo, en términos desestacionalizados, después de tres trimestres móviles de crecimiento. Las remuneraciones reales se estancaron en el mismo trimestre por segunda vez consecutiva. La nota positiva fue el crecimiento de 1,9% en el empleo, aunque el empleo asalariado formal retrocede. Y también fue positiva la continua caída de la inflación. El brote inflacionario ya amaina en Chile, con un IPC de 3,8% semestral a mayo, que es una mejor aproximación que el IPC a 12 meses, de 8,7%, pero que también viene disminuyendo.

¿El resultado? Según los datos de la encuesta de empleo del INE, el número de personas desempleadas (las que buscan activamente trabajo y no lo encuentran) ha pasado en un año de 742 mil en el trimestre febrero-abril de 2022 a 854 mil en el mismo período de 2023. Las personas desalentadas (que ya no buscan empleo pero desearían trabajar) pasaron de 794 mil a 855 mil en el mismo lapso de tiempo. La suma de ambos tipos de desempleados pasó de 1,536 millón de personas a 1,708 millón.

En suma, una inflación que ha subido y luego ha tendido a la baja y que es fuertemente influenciada por causas externas, ha sido erróneamente atacada mediante una política monetaria y fiscal recesiva (esta última se ha tornado expansiva desde 2023, después de hacer caer brutalmente el gasto público en 23,1% en 2022). Esta combinación ha terminado por provocar que haya en un año 173 mil personas adicionales sin empleo o que ya no lo buscan, sumando 1,7 millón de personas de carne y hueso que se encuentran en una de las peores situaciones que pueda enfrentar un ser humano, hombre o mujer, joven o de edad madura. Esta es desde luego peor que una baja temporal de los ingresos reales por la inflación, pues es mejor disponer de menos poder adquisitivo por un tiempo que no disponer de ninguno, aunque en la apreciación global se trate de un número inferior de personas que la que percibe ingresos no protegidos de la inflación. Entre tanto, el crecimiento internacional ha sido más bien favorable en el período. Sin ir más lejos, en Estados Unidos el desempleo es el más bajo desde los años 1960 (3,7% de la fuerza de trabajo), con una política fiscal y monetaria que busca controlar la inflación y también, expresamente, no producir una recesión productiva y del empleo.


La actividad económica trimestral disminuyó en -0,2% en febrero-abril

En estos análisis nos fijamos en la evolución trimestral desestacionalizada del Índice Mensual de Actividad Económica respecto al trimestre móvil previo. En febrero-abril de 2023 el índice disminuyó en -0,2% en comparación al trimestre previo, el de enero-marzo. Se trata de una caída de -0,7% en ritmo anualizado.

El índice mensual desestacionalizado ha caído desde febrero por tercer mes consecutivo, aunque con una muy leve caída en abril, después de un dinámico mes de enero que permitió buenos datos promedio del primer trimestre del año. Pero esto no se prolongó en los meses siguientes. La producción de bienes se ha comportado a la baja en el promedio trimestral, pero sobre todo ha sido el comercio el que ha disminuido su actividad, mientras los servicios ahora apenas crecen. Esto refleja una contracción del consumo de los hogares. Dado que constituye el grueso de la demanda, la economía se resiente sin ese motor.

Que esta tendencia coyuntural se mantenga o no, y se pierda o no empleos en los próximos meses, lo que ya ocurre con el empleo asalariado formal desde enero, dependerá de la combinación de una política monetaria persistentemente restrictiva que el Banco Central va a mantener - pues considera equivocadamente que para para bajar la inflación se requiere provocar una recesión, aunque su origen y evolución tengan una fuerte influencia externa, hoy a la baja-, de una política fiscal de signo inverso cuyos efectos multiplicadores están por verse y de una situación internacional incierta.





El empleo aumentó en 2% anual en marzo-mayo

El empleo total estimado por la encuesta del INE de marzo-mayo de 2023 es aún inferior en 29 mil personas al nivel previo a la crisis de la pandemia, en diciembre-febrero de 2020. Pero esa cifra está en el margen de error de la encuesta, por lo que se puede dar por completada la recuperación absoluta del empleo, después de más de tres años. Como se observa en el gráfico, la historia es que el alto crecimiento de 2021, empujado por una fuerte expansión del consumo y la inversión, tan criticada por el Banco Central, permitió una caída de dos puntos porcentuales en la tasa de desempleo. Algunos dirán que tuvo costos de inflación (pasó de 3,0% en 2020 a 7,2% en 2021), pero esa es una explicación parcial, pues la mayor inflación tuvo un alto componente externo. En el balance, también debe ponerse que el empleo se recuperó fuertemente, lo que es digno de ser destacado.
Pero como la población siguió creciendo, cabe observar la tasa de ocupación, que relaciona a las personas con empleo con la población en edad de trabajar, en tanto indicador de empleo más significativo para evaluar la situación del país en la materia. Esta tasa de ocupación alcanzó un 55,7% en marzo-mayo de 2023, contra un 55,6% en febrero-abril, pero sigue por debajo del nivel prepandemia, cuando llegó a situarse en un 59,1% de la población en edad de trabajar. La recuperación aquí todavía está lejos de completarse. En el caso de las mujeres, la tasa de ocupación más alta registrada antes de la pandemia fue de 48,9% en el trimestre terminado en enero de 2020, mientras la del trimestre marzo-mayo de 2023 fue de 46,6%. La alta brecha con los hombres, cuya tasa de ocupación fue de 65,2%, se cierra poco a poco gracias a un empleo formal femenino que ha crecido más que el masculino después de la crisis, lo que es una muy buena noticia para la inserción de las mujeres.
En la coyuntura, también hay buenas noticias. La tasa de desocupación ajustada estacionalmente disminuyó de 8,4% de la fuerza de trabajo en febrero-abril a 8,3% en marzo-mayo. Hace un año se situaba en 7,7%, lo que refleja el deterioro en el empleo que ha producido la política económica restrictiva. Esta leve mejoría coyuntural se ha producido a pesar de datos de actividad económica que tendieron a la baja en febrero-abril.
Lo importante es que la creación de empleo sigue mostrando un buen ritmo, lo que revela que las expectativas de las empresas son positivas. En efecto, según los datos de la encuesta de empleo del INE, el incremento en el número de personas ocupadas fue de 0,5% en términos desestacionalizados en el trimestre marzo-mayo respecto al trimestre móvil previo, superior al del trimestre móvil anterior, cuando se registró un 0,3%. En perspectiva anual, en el trimestre marzo-mayo se crearon 179 mil puestos de trabajo respecto del mismo período del año anterior, es decir un aumento de 2,0%. Unos 149 mil de esos empleos se crearon en la categoría de asalariados del sector privado. Esta resiliencia en la creación de empleo es digna de ser destacada.
No obstante, aparece una señal de alarma. El registro administrativo de enero-marzo (último dato disponible) del empleo asalariado formal, constituido por el total de dependientes con cotizaciones reportadas a la Superintendencia de Pensiones, cayó en 53 mil personas (-0,1%) respecto a diciembre-febrero. Este empleo formal es el 65% del empleo total estimado por el INE y había crecido sustancialmente en la recuperación de la crisis, junto al trabajo por cuenta propia. El resto de categorías de empleo se había recuperado mucho menos, especialmente la de los empleadores, pues muchos dejaron de serlo por el cierre de sus empresas durante la crisis, así como la de los asalariados informales. En contraste, el trabajo asalariado informal ha crecido recientemente más que el resto en ritmo anual, lo que ha provocado un leve aumento de la informalidad agregada (a 27,4%), aunque sigue estando por debajo de los niveles prepandemia (29,0%), en lo que incidieron los subsidios al empleo y al crédito.

Por su parte, las personas jóvenes que no estudian ni trabajan sumaron 400 mil en febrero-abril. Siempre según la encuesta de empleo del INE, se trata de 124 mil personas en esta condición entre 15 y 19 años (20 mil más que hace un año) y 276 mil entre 20 y 24 años (10 mil más que hace un año). Es ahí donde debiera concentrarse un fuerte programa de inserción nacional-local, no solo con información sobre opciones de empleo y subsidios a la contratación, que constituyen la política tradicional, sino con acompañamiento local, formación profesional, prosecución de estudios y empleos sociales de transición, acciones hoy dispersas en diversos programas parciales sin impacto suficiente en la juventud más vulnerable. Junto a la infancia en dificultad y las mujeres maltratadas, debieran ser todavía más la prioridad de las prioridades de la política social.

El empleo total estimado por la encuesta del INE de marzo-mayo de 2023 es aún inferior en 29 mil personas al nivel previo a la crisis de la pandemia, en diciembre-febrero de 2020. Pero esa cifra está en el margen de error de la encuesta, por lo que se puede dar por completada la recuperación absoluta del empleo, después de más de tres años. Como se observa en el gráfico, la historia es que el alto crecimiento de 2021, empujado por una fuerte expansión del consumo y la inversión, tan criticada por el Banco Central, permitió una caída de dos puntos porcentuales en la tasa de desempleo. Algunos dirán que tuvo costos de inflación (pasó de 3,0% en 2020 a 7,2% en 2021), pero esa es una explicación parcial, pues la mayor inflación tuvo un alto componente externo. En el balance, también debe ponerse que el empleo se recuperó fuertemente, lo que es digno de ser destacado.
Pero como la población siguió creciendo, cabe observar la tasa de ocupación, que relaciona a las personas con empleo con la población en edad de trabajar, en tanto indicador de empleo más significativo para evaluar la situación del país en la materia. Esta tasa de ocupación alcanzó un 55,7% en marzo-mayo de 2023, contra un 55,6% en febrero-abril, pero sigue por debajo del nivel prepandemia, cuando llegó a situarse en un 59,1% de la población en edad de trabajar. La recuperación aquí todavía está lejos de completarse. En el caso de las mujeres, la tasa de ocupación más alta registrada antes de la pandemia fue de 48,9% en el trimestre terminado en enero de 2020, mientras la del trimestre marzo-mayo de 2023 fue de 46,6%. La alta brecha con los hombres, cuya tasa de ocupación fue de 65,2%, se cierra poco a poco gracias a un empleo formal femenino que ha crecido más que el masculino después de la crisis, lo que es una muy buena noticia para la inserción de las mujeres.
En la coyuntura, también hay buenas noticias. La tasa de desocupación ajustada estacionalmente disminuyó de 8,4% de la fuerza de trabajo en febrero-abril a 8,3% en marzo-mayo. Hace un año se situaba en 7,7%, lo que refleja el deterioro en el empleo que ha producido la política económica restrictiva. Esta leve mejoría coyuntural se ha producido a pesar de datos de actividad económica que tendieron a la baja en febrero-abril.
Lo importante es que la creación de empleo sigue mostrando un buen ritmo, lo que revela que las expectativas de las empresas son positivas. En efecto, según los datos de la encuesta de empleo del INE, el incremento en el número de personas ocupadas fue de 0,5% en términos desestacionalizados en el trimestre marzo-mayo respecto al trimestre móvil previo, superior al del trimestre móvil anterior, cuando se registró un 0,3%. En perspectiva anual, en el trimestre marzo-mayo se crearon 179 mil puestos de trabajo respecto del mismo período del año anterior, es decir un aumento de 2,0%. Unos 149 mil de esos empleos se crearon en la categoría de asalariados del sector privado. Esta resiliencia en la creación de empleo es digna de ser destacada.
No obstante, aparece una señal de alarma. El registro administrativo de enero-marzo (último dato disponible) del empleo asalariado formal, constituido por el total de dependientes con cotizaciones reportadas a la Superintendencia de Pensiones, cayó en 53 mil personas (-0,1%) respecto a diciembre-febrero. Este empleo formal es el 65% del empleo total estimado por el INE y había crecido sustancialmente en la recuperación de la crisis, junto al trabajo por cuenta propia. El resto de categorías de empleo se había recuperado mucho menos, especialmente la de los empleadores, pues muchos dejaron de serlo por el cierre de sus empresas durante la crisis, así como la de los asalariados informales. En contraste, el trabajo asalariado informal ha crecido recientemente más que el resto en ritmo anual, lo que ha provocado un leve aumento de la informalidad agregada (a 27,4%), aunque sigue estando por debajo de los niveles prepandemia (29,0%), en lo que incidieron los subsidios al empleo y al crédito.









La inflación anual bajó en mayo por sexto mes y las remuneraciones reales se estancaron

El IPC de mayo subió en 0,1% respecto al mes anterior, lo que llevó la inflación en 12 meses a 8,7%. Este indicador suma así seis caídas consecutivas. Para no ir tan atrás como doce meses y subsumir las fluctuaciones mensuales fuera de tendencia, diversos economistas consideran la inflación de los últimos seis meses y la comparan con la del semestre previo, lo que tiene bastante sentido. Este indicador registró en Chile en diciembre-mayo un incremento de 3,8% respecto al semestre anterior, a comparar con el registro más alto de 7,1% en septiembre pasado. El progreso es evidente, como se observa en el gráfico.

En otro de los gráficos adjuntos se evidencia que desde enero de 2020 son los precios de los bienes que son objeto de transacciones internacionales (en rojo, es decir la mitad de los productos del IPC) los que crecieron por sobre los precios de los bienes que no son objeto de esas transacciones (básicamente los productos perecibles y servicios finales, en verde). Estos últimos están influenciados por la demanda interna, especialmente en el caso de los productos en los que excede temporal o sistemáticamente la oferta al precio inicial, y por la incidencia en los costos de los precios de los insumos externos, por ejemplo el impacto de los precios de la harina y los combustibles en el precio del pan, y que pueden revertirse sobre los consumidores por una baja elasticidad-precio de la demanda. Se han equiparado en mayo las variaciones de precios de los bienes transables y no transables por primera vez en mucho tiempo.

En mayo, son los factores externos los que determinan que el brote inflacionario de 2022 haya seguido cediendo: el IPC relacionado a la energía bajó en 0,6% y el de alimentos no registró variación. El IPC sin considerar los alimentos y la energía aumentó en un 0,2%.

La variación semestral de los precios de los bienes no transables internacionalmente ha sido de 3,9% y la del IPC sin alimentos y energía de 3,7%. Cualquier proyección de este u otro indicador sitúa la inflación de tendencia en el horizonte de 3% en 24 meses, que es la meta inflacionaria del Banco Central. Nada justifica mantener las altísimas tasas de interés vigentes, que pasaron de 5,5% en febrero de 2022 a 11,25% desde noviembre de ese año, y que se han mantenido en ese nivel. Esta política de compresión del consumo y la inversión poco o nada ha hecho para bajar una inflación de origen externo que ha repercutido en los precios internos, y tiene a la economía en el camino de una recesión que no tiene ninguna justificación que no sea el dogmatismo de una cierta ortodoxia inflexible, pero no por eso menos dañina.

Un comentario de más amplio alcance: una economía en la que la mitad de los productos que se consumen son directamente importados y los demás tienen una alta incidencia de insumos importados en su elaboración, está evidentemente expuesta a la evolución de los precios internacionales. Los más relevantes son los combustibles y los alimentos, que llegaron a subir desde 2021 en más de 100% y 50% respectivamente a nivel internacional. El petróleo WTI pasó de 52 dólares por barril en enero de 2021, al iniciarse la reactivación post pandemia, a 115 en junio de 2022 y a 75 en mayo de 2023, mientras los precios internacionales de los alimentos según la FAO pasaron de un índice de 98 en 2020 a 158 en mayo de 2021 y a 124 en mayo de 2023. Entonces su repercusión interna, al alza y luego a la baja, era inevitable. La inflación en Chile -y en ninguna otra parte- se iba a mantener en 2-3% con esos brotes inflacionarios provocados por la salida de crisis a nivel global y luego por la invasión a Ucrania.

Se puede retrasar, controlar que no se aumenten indebidamente los márgenes empresariales con colusiones oligopólicas o bien subsidiar algunos bienes básicos, pero desde Chile no se puede evitar los movimientos de precios en el mundo. El Banco Central puede subir la tasa de interés todo lo que quiera, pero no va a evitar sino en el margen que el IPC suba o baje si los precios internacionales clave lo hacen.

Por otro lado, el fuerte aumento de la demanda interna en 2021, que tanto alteró al Banco Central, tuvo una causa llamada a extinguirse por sí misma: los retiros desde las cuentas de fondos de pensiones, muy altos efectivamente, que simplemente no son periódicos y sus efectos cesan al cabo del tiempo. De menor envergadura, pero también significativas, fueron las transferencias de emergencia a las familias, que tampoco estaban llamadas a perdurar en el tiempo. Subir las tasas de interés brutalmente no iba a impedir que aumentara el consumo por un período dado, para luego declinar. Por estas dos razones principales, la pretensión del consejo del Banco Central de bajar la inflación provocando una recesión interna ha sido equivocada, y en nuestra apreciación políticamente motivada por la mayoría conservadora del consejo del Banco Central a partir de marzo de 2022.








En abril, último dato disponible, las remuneraciones reales comparadas con su nivel de mes anterior y del trimestre anterior no han variado, después de haberse recuperado en diciembre y enero pasado por el impulso del reajuste del sector público.






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