Informe de Coyuntura Económica, segundo trimestre de 2023.
1. La salida de crisis en Chile
El crecimiento del PIB en Chile en 2022 fue de 2,4%, menor que el 3,4% del agregado mundial y el 4,0% de América Latina y el Caribe, aunque algo superior al 2,1% de Estados Unidos, según los datos del Fondo Monetario Internacional. En la crisis pandémica, se produjo en 2020 en Chile una caída de -6,1% del PIB, algo inferior a la de -6,8% de América Latina y el Caribe, pero superior a la de -5,6% de la Unión Europea y de -2,8% de Estados Unidos, así como también a la de -2,8% del agregado mundial. En contraste, China no registró una caída de la actividad, sino un crecimiento de 2,2%. El año 2021 fue un año de recuperación general, seguido de un 2022 global más lento. El desempeño económico reciente de Chile se resume en una caída del PIB similar a la América Latina en la crisis del Covid-19 y superior a la de la U.E. y EE.UU., un fuerte crecimiento liderado por la demanda interna en 2021 y un posterior ajuste recesivo que llevó a un menor crecimiento en 2022, como se observa en el gráfico.
Por otro lado, el empleo en la crisis cayó más que el PIB, lo que no ocurrió en otros países que lograron mantener un mercado de trabajo más estable. Mientras en Chile el empleo volvió a superar su nivel de 2019 recién en 2023 (en el trimestre marzo-mayo), esto ocurrió ya en 2021 en países como Dinamarca, Noruega, Finlandia, Austria, Francia, Suiza o Corea del Sur, según los datos del FMI. La tasa de desempleo registró un incremento de 3,5% de la fuerza de trabajo en 2020. Aunque fue inferior al 4,4% de Estados Unidos, en otros países la retención de empleos fue más exitosa, como por ejemplo en Suecia con un aumento de la tasa de desempleo de solo 1,5%, en España de 1,4%, en México y Suiza de 0,9%, en Alemania y Dinamarca de 0,6%, en Uruguay de 0,5%, en Corea del Sur de 0,1% e incluso con bajas en Francia e Italia.
Se produjo una insuficiente retención de empleos a través de subsidios a las empresas y una reacción tardía en la reactivación de la demanda a través de subsidios familiares. Estos alcanzaron un volumen considerable (con un gasto superior a 1% del PIB al mes) solo al acercarse las elecciones de 2021. Mientras, en 2020 y 2021 el parlamento votó por 2/3 de sus miembros reformas constitucionales que permitieron amplios retiros de fondos desde las cuentas de pensiones, del orden de 8% del PIB anual en dos años. Todo esto incrementó en un quinto el consumo de las familias en 2021, lo que tuvo el efecto positivo de evitar un mayor deterioro del empleo y las remuneraciones y permitir un crecimiento sobresaliente durante 2021 en el contexto global (11,7% de aumento del PIB), pero a la vez se sumó, sin haberlas causado en lo principal, a las presiones inflacionarias externas a partir del segundo semestre de 2021. Esto llevó a una sobre reacción fiscal y monetaria que explica el inferior resultado de 2022.
En efecto, el gobierno de Piñera II dejó programado al terminar su período un ajuste del gasto fiscal de 25% para 2022 (después de un incremento del gasto del gobierno central de 33% en 2021), sin precedentes por su brusquedad en el mundo. Este no fue corregido por el nuevo gobierno sino en el margen (-23% de menor gasto definitivo). A la par, se produjo una subida de tasas por el Banco Central hasta 11,25%, desde el 5% vigente en marzo de 2022, nivel que era prudente mantener frente a un exceso transitorio de demanda, pero no aumentarlo con el objetivo expreso de comprimir sustancialmente el consumo de los hogares.
La política recesiva seguida suele justificarse por el incremento de la inflación desde el segundo semestre de 2021, que tuvo un componente de presiones de demanda interna. Pero éstas eran transitorias, pues los retiros de fondos de pensiones fueron por una vez y los ingresos familiares de emergencia cesaron en 2022. Se trató esencialmente de un brote de inflación importada, dados los cuellos de botella en diversos suministros en la salida de pandemia, empezando por el transporte internacional, y luego por los efectos de la guerra de Ucrania en los precios de alimentos y combustibles. Esto se tradujo en Chile en una inflación de costos de origen externo, pero también de carácter transitorio, como se ha evidenciado en los últimos meses. Las autoridades prefirieron combatir la inflación con una política de ajuste recesivo antes que con un enfoque de "aterrizaje suave" de la demanda interna.
Se registraron caídas de la actividad -medida en términos trimestrales desestacionalizados- en el primer y tercer trimestre de 2022 y un estancamiento en el segundo y cuarto trimestres. Esta evolución no llegó a configurar una "recesión técnica" (dos trimestres seguidos de caída) según el criterio generalmente usado por los analistas económicos en el país. La definición del National Bureau of Economic Research norteamericano, en cambio, considera que una recesión propiamente tal dependerá de tres criterios: profundidad, difusión y duración. Este organismo utiliza diversos indicadores, especialmente el ingreso de las familias y el empleo. En el caso de Chile, se puede considerar que en 2022 se produjo una recesión que duró los tres trimestres iniciales del año, con una caída acumulada de -2,1% de la actividad, fruto de la disminución de la demanda interna por cinco trimestres seguidos (hasta el primero de 2023, el último dato disponible) y caídas de los ingresos familiares y del consumo. Esta recesión fue provocada por una política fiscal y monetaria altamente restrictiva.
2. El PIB en el primer semestre de 2023
La economía se encuentra ahora en un momento de incertidumbre. El PIB del primer semestre de 2023 es un 1,0% inferior al del primer semestre de 2022 y un 1,5% inferior al del total de 2022. El escenario de mayor actividad en la segunda parte del año que prevé la autoridad, y que permitiría evitar una recesión y caídas en el empleo, puede ser reemplazado por un escenario de estancamiento por los efectos prolongados del ajuste monetario, a pesar de la baja de la tasa de política monetaria de un punto porcentual en julio (de 11,25% a 10,25%).
Para analizar la coyuntura, el método en uso en Estados Unidos y la Unión Europea es considerar la evolución trimestral anualizada comparada con el período anterior, corregida de efectos estacionales en el segundo caso, como también lo hace la OCDE en la presentación de sus cifras de PIB y empleo. Es el método de seguimiento que utilizamos en este informe. La presentación usual de datos de la evolución coyuntural compara el Imacec mensual más reciente con el de hace doce meses, en vez de considerar el promedio trimestral más reciente respecto al trimestre previo, desestacionalizado y anualizado, lo que permite una apreciación mejor calibrada de la situación coyuntural. Esta es una comparación más amplia y cercana en el tiempo que aquella de un mes con un dato de hace un año. Se promedia las eventuales distorsiones provocadas por el zig-zag mensual, es decir cifras puntuales fuera de tendencia, mientras se considera la necesaria corrección de los efectos estacionales, que son significativos.
En el primer trimestre del año 2023, se produjo una señal de resiliencia frente a la política monetaria restrictiva, resiliencia ayudada por el paso de un superávit fiscal anual móvil entre octubre de 2022 y abril de 2023, a un déficit fiscal leve hacia junio, a partir de una caída superior a la estimada de los ingresos fiscales. El crecimiento del PIB trimestral desestacionalizado fue de 0,6% en enero-marzo respecto al período previo. Pero este empuje inicial en el año no duró y en el segundo trimestre registró una caída de -0,6%.
En términos sectoriales, en junio repuntaron la minería y otros bienes (que incluye la construcción), mientras la industria siguió contrayéndose, lo mismo que el comercio y los servicios. Estos últimos habían mostrado un destacado dinamismo desde el segundo semestre de 2021. Cabe anotar que en la salida de crisis desde 2021, la tendencia ha sido la baja de la producción de la minería del cobre y algo menos de la industria, junto a una expansión y luego caída de la agricultura, la construcción y el comercio. Los sectores que han crecido sobre la media son la pesca, la electricidad-gas-agua, el transporte, los restaurantes y hoteles, las comunicaciones y el resto de los servicios. La chilena es hoy una economía cuyo dinamismo, de baja intensidad, descansa básicamente en los servicios, que constituyen la mayor parte del PIB.
3. El empleo
Lo positivo es que en 2022 y 2023 el empleo ha seguido creciendo y se ha desacoplado en parte de la actividad productiva, pues al parecer las empresas han preferido retener, en esta coyuntura de menores ventas, a sus trabajadores antes que despedirlos frente a la caída del consumo de los hogares, al menos hasta el segundo trimestre de 2023. Incluso, la creación de empleo sigue mostrando un importante dinamismo, según los datos de la encuesta de empleo del INE. Pasó de una tasa de crecimiento trimestral (desestacionalizada) de 1,0% en enero-marzo a una de 1,2% en abril-junio (4,8% anualizado), lo que revela que las expectativas de los empleadores son aún suficientemente positivas para retener y ampliar la ocupación. En perspectiva anual, en el segundo trimestre se crearon 197 mil puestos de trabajo respecto del mismo período del año anterior, es decir un aumento de 2,2%. Unos 134 mil de esos empleos se crearon en la categoría de asalariados del sector privado y 53 mil del sector público. Los ocupados por cuenta propia aumentaron en 22 mil. Esta resiliencia en la creación total de empleo es digna de ser destacada, a pesar de datos de actividad económica que tendieron a la baja desde febrero por los efectos diferidos de los aumentos de la tasa de interés y el ajuste fiscal de 2022.
No obstante, hay un factor preocupante: el registro administrativo del empleo asalariado formal, constituido por el total de dependientes con cotizaciones reportadas a la Superintendencia de Pensiones, cayó en el trimestre móvil febrero-abril (último dato disponible) en -89,4 mil personas (-1,5%) en ritmo anual y en -96,7 mil personas (-3,0%) respecto al último trimestre de 2022. Este empleo formal (el 65% del empleo total) había crecido sustancialmente en la recuperación de la crisis, junto al trabajo por cuenta propia, y ahora enfrenta una coyuntura de destrucción de puestos de trabajo, en contraste con el empleo asalariado informal. Este creció en un 8,7% anual en el segundo trimestre.
La tasa de desocupación (ajustada estacionalmente) disminuyó, por su parte, de 8,5% de la fuerza de trabajo en el primer trimestre del año 2023 a 8,4% en el segundo trimestre. Hace un año, la tasa alcanzaba un 7,7%, lo que refleja un aumento mayor de la fuerza de trabajo que del empleo (ver el primer gráfico). Esto es fruto de que las personas inactivas bajaron en -2,2% en un año, lo que es positivo.
Por otro lado, tiene sentido fijarse en la “tasa de ocupación” además de la “tasa de desocupación”. La primera relaciona el número de personas que están trabajando con la población en edad de trabajar y es el indicador que mejor resume la situación del mercado de trabajo. Se mantiene en Chile un atraso estructural considerable con diversos países de la OCDE en la materia. Este organismo calcula una tasa de empleo de quienes trabajan entre los 15 y 64 años respecto a los mayores de 15 años. En el cuarto trimestre de 2022, la tasa chilena era de 61,9%, a comparar con el 70,1% promedio de la Unión Europea, el 71,4% de Estados Unidos, el 79,7% de Suiza y el 80,2% de Nueva Zelandia. Queda todavía, como se observa, mucho por hacer en Chile en materia de incorporación de la población en edad de trabajar al empleo, sobre todo de las mujeres, donde sigue habiendo un atraso considerable a pesar de una tendencia a la mejoría.
4. La inflación y las remuneraciones
Por su parte, las remuneraciones reales se expandieron en 0,9%, en junio, y por cuarto mes consecutivo. Han sido ayudadas por reajustes de los salarios nominales y por la caída del IPC, luego de una disminución de -1,7% en 2022. Esto contribuyó al débil desempeño de la economía. En la coyuntura, la creación de empleo más este aumento de las remuneraciones reales pueden incidir en una recuperación del consumo de las familias, que es el principal motor de la economía en el corto plazo.
5. Las cuentas externas
Entre 2012 y 2020 la balanza de pagos, que registra el conjunto de ingresos y egresos de divisas, no experimentó globalmente grandes variaciones y se mantuvo sin acumular ni perder mayores cantidades de reservas internacionales. Estas oscilaron alrededor de un volumen de 40 mil millones de dólares. En 2021, en cambio, se produjo un gran superávit (12,2 mil millones de dólares) producto de los ingresos de divisas por la liquidación de activos externos de los fondos de pensiones para hacer frente a los retiros de las cuentas autorizados por el parlamento, a pesar de un flujo de salidas de capitales por desconfianza empresarial interna. En 2022, se produjo un gran déficit (-9,2 mil millones de dólares) por un fuerte incremento de las importaciones, y la correspondiente caída de las reservas. En lo que va de 2023, no se han registrado grandes variaciones, pues las reservas pasaron de 39,2 mil millones de dólares en diciembre pasado (4,8 meses de importaciones) a 40,7 mil millones en julio de este año.
La evolución de la balanza de pagos externos depende de la balanza comercial de bienes y servicios, de la cuenta corriente (la balanza anterior más las remesas de utilidades e ingresos del trabajo) y de la cuenta de capitales. La balanza comercial de bienes suele estar en situación de superávit en Chile. Más de la mitad de las exportaciones son mineras, es decir 56,5 mil millones de dólares de un total de 98,6 mil en 2022, mientras 35,4 mil son industriales, con frecuencia recursos naturales con alguna elaboración manufacturera, y 6,6 mil del sector agropecuario-silvícola y pesquero sin elaboración. Pero mientras el PIB es un 21% superior al de una década atrás, las exportaciones reales son un 1% inferiores: no ha habido un crecimiento del sector exportador como conjunto, lo que se explica básicamente porque las exportaciones de cobre son un 9% inferiores que hace una década en términos reales (sin considerar las variaciones de precios). Las importaciones reales, en cambio, son un 21% superiores.
A pesar de la evolución descrita, el volumen de las exportaciones nominales de bienes permite en promedio más que financiar las importaciones de bienes de consumo, de inversión y de insumos para la producción y en parte el creciente déficit en la balanza de servicios (transportes, seguros, viajes, servicios tecnológicos provistos por no residentes en contrasto con los servicios exportados).
En cambio, la fuerte transferencia de utilidades de las compañías extranjeras al exterior (mineras y financieras, en rosado en el gráfico) pesa sobre una cuenta corriente usualmente en déficit, la que debe ser financiada por flujos netos positivos de inversión directa (usualmente de largo plazo) y de cartera (usualmente de corto plazo) y por los créditos comerciales que se registran en la cuenta de capitales. En términos macroeconómicos, el déficit en la cuenta corriente representa el ahorro externo, que suplementa el ahorro interno, y su magnitud ha variado desde una cifra sostenible del orden de -5% del PIB en 2019 a -1,9% en la recesión de 2020, a 9,0% en la expansión de 2021, una cifra preocupante, y -4,5% anual del PIB en el primer semestre de 2023.
Como se observa en el gráfico de la balanza de pagos, desde 2020 las exportaciones nominales de bienes (en verde) han tendido a crecer, pero han caído en el primer semestre de 2023, especialmente por la coyuntura a la baja de la economía china. Las importaciones de bienes (20,8 mil del total de 104,5 mil en 2022 son hidrocarburos) crecieron con fuerza en la etapa de la salida de la pandemia de Covid-19, hasta la primera mitad de 2022 (en ocre). Desde entonces han disminuido y luego se han estabilizado, por lo que se ha vuelto a un superávit comercial importante (en rojo) en 2023. La balanza de servicios (en celeste), por su parte, ha aumentado fuertemente su déficit en los últimos dos años, alcanzando -14,8 mil millones de dólares en 2022.
Cabe recalcar que a estas salidas de divisas se suman los muy elevados pagos de renta de la inversión directa en Chile. El monto mayor previo fue el de 2011, en un momento de muy altos precios del cobre, que llevaron a utilidades repatriadas de las compañías extranjeras que operan en Chile (principalmente mineras y financieras) de -23,2 mil millones de dólares (un 9% del PIB). En 2020, la salida de divisas por renta de la inversión extranjera fue de -15,9 mil millones, en 2021 de -23,1 mil millones y en 2022 de -23,9 mil millones (un 8% del PIB). Este volumen de repatriaciones de utilidades pesa fuertemente sobre el déficit de la cuenta corriente (la balanza comercial más la balanza de rentas y transferencias de los residentes respecto al resto del mundo) de la balanza de pagos del país.
La cuenta de capital registra la inversión en la economía por parte de no residentes y la inversión en el exterior por parte de residentes. Los 27,1 mil millones de dólares de déficit en la cuenta corriente se financiaron en 2022, el peor año en la materia registrado desde 1984, según se observa en el gráfico (un 9,0% del PIB, contra un 1,9% en 2020 durante la recesión pandémica que comprimió las importaciones), con una inversión extranjera neta de 8,1 mil millones, una inversión de cartera (acciones, bonos y otros) de 8,4 mil millones y una disminución de reservas de 9,2 mil millones. Como se mencionó, en 2023 la situación se ha mantenido estable y la balanza de pagos se encuentra equilibrada.
Autor responsable: Gonzalo D. Martner.