Una aproximación a las brechas entre clases sociales y de género en Chile a partir de la Encuesta Suplementaria de Ingresos

Centro de Políticas para el Desarrollo
Facultad de Administración y Economía
Universidad de Santiago de Chile

Documento de trabajo 2023-3 (septiembre)

Gonzalo D. Martner




Resumen

El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) dio a conocer los resultados de la Encuesta Suplementaria de Ingresos (ESI), la que registró los ingresos percibidos por las personas ocupadas en octubre-diciembre de 2022. Esta actualización de datos permite evaluar la evolución reciente de los ingresos de la ocupación principal y su brecha por género, que se amplió en 2022. También permite aproximarse a la estratificación de las clases sociales en Chile y a su estructura según diversos criterios de clasificación. Se constata que existe una alta diferenciación de los ingresos de los ocupados según la categoría de empleo, el tamaño de la empresa, el nivel educativo y el grupo de ocupación.


1. Evolución del ingreso de los ocupados, de la productividad del trabajo y de la brecha de género

El ingreso medio real de la ocupación principal alcanzó a 757,8 mil pesos. Bajó en -1,3% en 2022, después de un aumento de 1,1% en 2021 y una caída de -0,6% en 2020. La caída reciente se explica básicamente por el aumento de la inflación en 2022, sin reajustabilidad equivalente de los ingresos del trabajo. El ingreso mediano de la ocupación principal, por su parte, llegó a 502,6 mil pesos mensuales en 2022, por lo que el 50% de las y los trabajadores recibieron ingresos menores o iguales a este monto, los que excluyen los descuentos legales e impuestos. Esto refleja las condiciones de estrechez en las que vive la mayoría de las familias y personas Cabe hacer notar, sin embargo, que en las familias en promedio hay más de un ingreso proveniente de la ocupación de alguno de sus miembros, además de subsidios y, en el caso de algunas de ellas, ingresos de capital (arriendos, intereses, dividendos, ganancias de capital). Cabe también recordar que el PIB por habitante de Chile es de 15,1 mil dólares al año en 2022 (datos del FMI), no corregido por paridad de poder de compra (esta corrección es válida para las comparaciones internacionales, pero no para evaluar los ingresos internos promedio por persona), es decir del orden de 1 millón de pesos mensuales por habitante. La diferencia con el ingreso promedio de los ocupados la constituyen básicamente los muy concentrados ingresos del capital, de los que se beneficia un número restringido de familias.


Fuentes: Instituto Nacional de Estadísticas y Banco Central de Chile.

El empleo total y la masa de ingresos de la ocupación principal crecieron en 2020 y 2021, pero fueron en 2022 aún inferiores
a su nivel de 2019 en -1,3% y -2,1% respectivamente. En cambio, el ingreso agregado (la suma de los ingresos del trabajo y el capital disponible, descontando los egresos netos de capital y remesas) alcanzó el nivel previo a la pandemia ya en 2021, mientras el PIB lo superó ampliamente desde esa fecha. Esto implica que los ingresos del capital aumentaron más que los del trabajo en la etapa de recuperación de la crisis Covid en 2021-22.

En materia de
desigualdad de género, en el ingreso promedio de la ocupación principal la brecha en detrimento de las mujeres fue de -25,5% en 2022, con un aumento significativo respecto al -21,7% de 2021. El 50% de las mujeres registró un ingreso mensual igual o menor a 455 mil pesos, mientras el 50% de los hombres percibió un ingreso mensual igual o menor a 573 mil pesos. Por su parte,
el ingreso por hora trabajada de las mujeres asalariadas registrado por la Encuesta Suplementaria de Ingresos fue un -11,1% inferior al de los hombres asalariados.

Así, en 2022 se produjeron efectos negativos en el ingreso de los ocupados y en la brecha de género, en un contexto de ajuste fiscal y monetario y de menor crecimiento.


2. Ingresos de los ocupados según categoría ocupacional, tamaño de empresa y nivel educativo

Según categoría ocupacional, las personas empleadoras (3,3% del total de la ocupación) obtuvieron unos ingresos medios de 1,55 millón de pesos mensuales, seguidas de las personas asalariadas del sector público (13% del total de la ocupación, con una mayor proporción de personas con educación superior), que registraron un ingreso mensual medio de 994 mil pesos, y de las del sector privado (60% del total), con ingresos medios de 799 mil pesos. Los ingresos medios de quienes se desempeñan por cuenta propia (20,2% del total) fueron de 440 mil pesos, mientras los ingresos medios más bajos fueron los del personal de servicio doméstico (2,6% del total), con 306 mil pesos, según se observa en el gráfico.

Así, la relación laboral más frecuente en Chile es la de dependencia asalariada (privada, pública o doméstica), que abarcó al 75,6% de la ocupación en 2022 (un total de 8,575 millones de personas), en una relación de subordinación con el empleador. Una relación laboral asalariada de baja asimetría empleador-trabajador se produce solo en funciones calificadas y en situaciones de escasez de oferta de fuerza de trabajo especializada de alta demanda. A su vez, los proceso de trabajo y los intercambios económicos y del conocimiento experimentan cambios acelerados con la introducción de nuevas tecnologías de la información, pero no aún de modo generalizado. Según la encuesta de empleo del INE, en el primer semestre de 2023 un poco más del 4% de las personas asalariadas permaneció realizando su actividad mediante teletrabajo, contra menos de 1% en 2019.

El empleo precario por cuenta propia ha conocido con la economía digital, por su parte, la irrupción del "capitalismo de plataformas" (Smicek, 2018), apoyado en las nuevas tecnologías de la información y más recientemente en la inteligencia artificial, incluyendo la generativa, y en avances en la robótica en diversas áreas productivas y de logística (Acemoglu & Johnson, 2023). Las personas trabajadoras de las plataformas digitales, que solo excepcionalmente cuentan con contrato de trabajo, pasaron en Chile, según el INE, de 87 mil en 2020 a 223 mil en 2022, representando un 2,6% del empleo total.


Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas.


El empleo asalariado se encuentra, a su vez, fuertemente concentrado en las empresas de más de 50 personas, las que reúnen al 65,9% del total. Las de más de 200 asalariados suman un 46,1% de este empleo, con un ingreso medio de la ocupación principal de un millón de pesos mensuales, y las de entre 50 y 199 suman un 19,8%, con un ingreso medio de 859 mil pesos mensuales. Este dato contrasta con la percepción según la cual el empleo lo crean primordialmente las empresas pequeñas y medianas. En efecto, las empresas medianas que cuentan entre 11 y 49 asalariados representaron solo un 18,9% del empleo total de ese tipo, con un ingreso medio de 699 mil pesos, mientras las pequeñas y microempresas que emplean hasta 10 personas representaron un 15,2% del empleo asalariado. Aquellas entre 5 y 10 asalariados representaron un 6,3%, con un ingreso medio de 592 mil pesos y las con menos de 5 trabajadores un 8.9%, con un ingreso medio de 427 mil pesos, siempre según la encuesta ESI del INE de 2022 (ver el gráfico).

En el empleo por cuenta propia y en el empleo de las microempresas se concentra el trabajo informal, que representa un 27,4% de la ocupación, según el INE, en el último trimestre de 2022.


Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas.


Según nivel educativo, las personas ocupadas con educación primaria (un 12% del total) percibieron un ingreso medio mensual de 378 mil pesos, mientras, al otro lado de la escala, las que poseen un postgrado (5% del total) percibieron un ingreso de 2,04 millones de pesos, según se observa en el gráfico. El premio de ingresos por nivel de educación sigue siendo muy alto en Chile, lo que explica la alta demanda por estudios superiores, cuyo costo para quienes no obtienen subsidios es elevado y en muchas profesiones no resulta ser una inversión individual rentable.


Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas.


3. La distribución de ingresos por grupos de ocupación

La Encuesta Suplementaria de Ingresos del INE de 2022 incluye una clasificación del empleo por grupos de ocupación, lo que permite precisar el vínculo entre el tipo de empleo y el nivel de ingreso y realizar una aproximación a la estructura de las clases sociales activas en Chile (no incluye a aquella parte de la población que vive de rentas o ingresos de reemplazo como las pensiones, subsidios y transferencias y que, por tanto, no forma parte del universo de las personas ocupadas).
Participación e ingresos por grupo de ocupación
Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas.


Los "directivos y gerentes" sumaron el 4,7% de los puestos de trabajo, con un ingreso promedio de la ocupación principal de 2,18 millones de pesos mensuales. Los "profesionales, científicos e intelectuales" representaron el 17,1% con un ingreso promedio de 1,35 millón de pesos mensual.
Este poco más de un quinto de los puestos de trabajo es la parte alta de la jerarquía de ingresos y de la toma de decisiones en las empresas y en la actividad profesional. Suele tener una mayor capacidad de ahorro y/o activos heredados que el resto de la sociedad y, por tanto, mayor capacidad de obtención de ingresos adicionales por rentas de capital. Se puede asimilar en la sociedad chilena a lo que un autor denominó las "clases creativas" (Florida, 2002), con un primer núcleo compuesto por ingenieros, arquitectos, diseñadores, educadores y artistas y un segundo núcleo compuesto por personas dueñas y/o gestoras de empresas, expertos legales y sanitarios, entre otros. En Chile, el segmento de profesionales ha aumentado su número y proporción en la población ocupada en los últimos cinco años, según se refleja en las encuestas de empleo del INE.
Sigue en la escala laboral el 12,5% del empleo constituido por "profesionales y técnicos de nivel medio", con un ingreso promedio mensual de 835 mil pesos. Luego se ubica el 5,0% de "personal de apoyo administrativo", con un ingreso promedio de 642 mil pesos mensuales y el de los "operadores de máquinas y ensambladores", que representa el 7,7% del empleo, con un ingreso mensual promedio de 619 mil pesos. Estos grupos de ocupación suman un cuarto del empleo total y pueden caracterizarse como categoría de grupos medios en términos de ingresos y roles en los lugares de trabajo.

Los “artesanos y operarios de oficio” representan el 11,9% del empleo y su ingreso medio es de 528 mil pesos, algo superior al ingreso mediano (502 mil pesos mensuales, con la mitad de los ocupados por encima y la otra mitad por abajo de ese valor). Luego sigue el primer grupo cuyo ingreso medio es inferior a la mediana, el de los "trabajadores de servicios y comercio", que constituyen el grupo ocupacional más numeroso, con el 20,1% del empleo y un ingreso medio de 467 mil pesos mensuales. El resto de los grupos de ocupación de ingresos inferiores a la mediana suma a los "agricultores, trabajadores agropecuarios y pesqueros", el 2,2% del total, con un ingreso promedio de 412 mil pesos mensuales, y a las "ocupaciones elementales", que suman un amplio 17,7 % del total y que registran un ingreso promedio de solo 380 mil pesos mensuales.


Grupos de ocupación según niveles de ingreso
Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas.

Clasificamos a estos grupos en la categoría de ingresos bajos en la estructura laboral dado que sus ingresos medios van de 380 mil a 528 mil pesos mensuales y se sitúan cerca o debajo de la mediana de ingresos de los ocupados. Representan, en conjunto, el 52% de los puestos de trabajo.
Esa mitad y algo más de los ocupados que percibe ingresos bajos se desenvuelve en Chile en una situación de "precariado", siguiendo la conceptualización de Guy Standing (2013): "gente que tiene múltiples trabajos y, aún así, no llega a fin de mes: desde las personas becarias hasta a las migrantes en situación irregular". El trabajo informal y por cuenta propia y la baja cobertura de la negociación colectiva (del orden de 8% en 2021) y de la sindicalización de los asalariados (del orden de 17-22% en 2018-21) se asocian en Chile a este fenómeno.

Este ha ido adquiriendo cada vez más relevancia en las sociedades capitalistas modernas. El "precariado", bajo la forma de marginalidad e inserción intermitente en el mercado de trabajo formal, es de antigua data en las economías periféricas latinoamericanas, pero es de aparición más reciente en las economías centrales, como parte de la etapa actual de globalización del capitalismo financiarizado (Aglietta, 2019). Una de sus características es la mayor desconexión de la acumulación de capital respecto a la evolución de los niveles de ingreso y el consumo de los trabajadores en los espacios nacionales, contrariamente a la etapa "fordista" de 1950-1980, en la que, simplificando, "lo producido en las fábricas era comprado por sus trabajadores con los salarios que recibían". Esta articulación virtuosa de las condiciones de la producción y del consumo, históricamente parcial en la economías periféricas latinoamericanas, está hoy diluida en las cadenas globales de valor y en economías en que prevalece el empleo de servicios y una heterogeneidad y polarización del valor de mercado de la producción por hora trabajada y una amplia diferenciación salarial por múltiples factores presentes en la demanda y oferta de fuerza de trabajo (ver al respecto Lavetti, 2023).


4. Algunas conclusiones

El hecho estilizado principal que se registra, según los datos de la Encuesta Suplementaria de Ingresos del INE de 2022, es la inserción de los grupos de ocupación en alguna de tres categorías principales de ingresos (altos, medios y bajos, signadas por una homogeneidad básica y por sus tipos de roles diferenciados en la estructura productiva) que presentan una distribución porcentual en el total de la ocupación de tipo "20-25-55”. La estructura descrita de los grupos ocupacionales, con más de la mitad de las personas ocupadas recibiendo bajos ingresos y un cuarto de ellas pertenecientes a grupos medios que reciben ingresos también inferiores o cercanos a la mediana, ya sea que se trate de asalariados o bien de trabajadores por cuenta propia como ocupación principal, refleja la amplitud de la desigualdad de las posiciones sociales y sus respectivas remuneraciones. Esto tiene consecuencias tanto en la cohesión de la sociedad como en la articulación de las condiciones de la producción y el consumo y la creación de horizontes de inversión y expansión intertemporal del empleo.

Esta estructura de ingresos de la ocupación solo podría cambiar con una diversificación de mediano y largo plazo en la creación de valor en la producción y transformación sostenible de bienes, lo que requiere una mayor formación y calificación laboral que habilite aumentos de la productividad, junto a una mejor articulación con las cadenas globales de valor, especialmente en los insumos mineros e industriales para la electromovilidad y la producción de alimentos y productos forestales de calidad en condiciones de creciente cautela de los ecosistemas. Esto supone canales de financiamiento de largo plazo apropiados y servicios a la producción moderna avanzados. Simultáneamente, se requiere una expansión de la provisión de bienes públicos sociales y urbanos y una generalización de la negociación colectiva con titularidad sindical más allá de la empresa (por rama y/o territorio), con mayores ingresos de reemplazo provistos por los sistemas de pensiones, seguros de desempleo y de salud. Un ingreso mínimo universal (simplificando las transferencias a las familias y financiado con impuestos progresivos a los grandes patrimonios y rentas) debiera, además, asegurar una subsistencia básica a partir de la cual mejore la capacidad de negociación de los que viven de su trabajo frente a sus empleadores. La acción colectiva de los asalariados y políticas públicas activas siguen siendo una condición necesaria para lograr un régimen laboral en el que prevalezcan la formalización del empleo, salarios mínimos con una alta relación con el salario medio, remuneraciones que aumenten con la productividad del trabajo y formas más amplias de coparticipación en las utilidades ("gratificaciones"), junto a la generalización de condiciones correctas de seguridad e higiene en el empleo. De otro modo, la precariedad laboral y de inserción en el empleo, y la consiguiente inestabilidad social, seguirán marcando la evolución del país.




Referencias

Acemoglu, D. & Johnson, S. (2023) Power and progress: Our thousand-year struggle over technology and prosperity. Public Affairs.

Aglietta, M. (2019). Capitalisme: Le temps des ruptures. Odile Jacob.

Florida, R. (2012). The rise of the creative class revisited. Basic Books.

Lavetti, K. (2023). "Compensating wage differentials in labor markets: Empirical challenges and applications." Journal of Economic Perspectives, 37 (3): 189-212. DOI: 10.1257/jep.37.3.189.

Standing, G. (2013). El precariado, Una nueva clase social. Pasado y Presente.

Srnicek, N. (2018). Capitalismo de plataformas. Caja Negra Editora.

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