Actividad, empleo e inflación a agosto de 2023
1. Un mal dato mensual de actividad económica en agosto
El Índice Mensual de Actividad Económica, corregido de efectos estacionales, disminuyó en -0,5% en agosto, después de aumentos de 0,3% en julio y 0,4% en junio. Esta reversión de la positiva tendencia de los dos meses previos se explica por una disminución en la producción de bienes (la minería cayó por segundo mes consecutivo) y también en la provisión de servicios.
En el promedio junio-agosto se registró un aumento de la actividad económica de 0,06% respecto al trimestre móvil anterior. En el primer trimestre se había registrado un aumento de 0,3% respecto al último trimestre de 2022, siempre en términos desestacionalizados, lo que contrastó con la caída de -0,4% en el primer trimestre de este año, como se observa en el gráfico.
En nuestros análisis no privilegiamos el seguimiento de la coyuntura con la comparación del Imacec en 12 meses, pues se puede tratar de dos datos puntuales alejados de la tendencia, mientras doce meses son un lapso demasiado amplio para apreciar adecuadamente las fluctuaciones de corto plazo. Consideramos, en cambio, el dato desestacionalizado que provee el Banco Central (aunque agrega el dato desestacionalizado en doce meses, lo que carece de sentido) promediado en trimestres móviles, comparados con el período inmediatamente anterior, y agregamos su ritmo anual. En este contexto, el mal dato de agosto se inserta en una tendencia trimestral que promedia un estancamiento respecto al trimestre móvil previo, es decir un crecimiento de solo 0,2% anualizado.
2. Aumentó la tasa de desempleo y se estancó la creación de empleos en el trimestre móvil junio-agosto
La encuesta de empleo del INE del trimestre móvil junio-agosto muestra que la tasa de desocupación corregida de factores estacionales aumentó a un 8,8% de la fuerza de trabajo, luego de registrar un 8,4% en el segundo trimestre del año y un 8,6% en el primer trimestre. Esto se explica porque el nivel de la ocupación corregido de factores estacionales se estancó en el trimestre móvil junio-agosto respecto al segundo trimestre del año, luego de crecimientos del empleo de 0,9% y 1,0% en los dos primeros trimestres de 2023, respectivamente (ver el gráfico). El empleo había venido creciendo sistemáticamente desde el tercer trimestre de 2021.
En la comparación en doce meses, se registró en el trimestre móvil junio-agosto un aumento de 152 mil puestos de trabajo, un significativo incremento de 1,7%. Se ha producido en materia de creación de empleo una polarización entre las ramas productoras de bienes, que experimentaron un caída de -104 mil puestos de trabajo (-68 mil en la construcción), y las de provisión de servicios, con un notorio incremento de 269 mil puestos de trabajo en un año (68 mil en el comercio, 61 mil en salud y 58 mil en la administración pública, entre las ramas más destacadas).
Pero cabe hacer notar que recién en el trimestre febrero-abril de este año se recuperó el nivel de empleo (desestacionalizado) de la etapa inmediatamente previa a la crisis del Covid-19, en diciembre 2019-febrero de 2020, es decir más de tres años después. Por su parte, la tasa de ocupación respecto a la población de 15 años y más (55,4%, y un 46,9% en el caso de las mujeres) sigue por debajo del nivel pre-crisis (57,9%, y un 48,4% en el caso de las mujeres en junio-agosto de 2019). La brecha a recuperar es aún de un 2,5% de la población mayor de 15 años, unas 406 mil personas.
Se contabiliza en la misma encuesta del INE, además, un total de 890 mil personas desocupadas, unas 127 mil adicionales en un año (ver el segundo gráfico). A ellos se debe agregar los "inactivos potencialmente activos", que trabajarían si encontraran un empleo y sumaron 925 mil personas, unas 114 mil más en el mismo período. El "desempleo ampliado" suma hoy en Chile a un 1,8 millón de personas, una cifra muy considerable.
¿Como se explica que haya en doce meses más ocupados y más desocupados al mismo tiempo? Las paradojas de las estadísticas de empleo son así: como hay más personas que se incorporan a la fuerza de trabajo -desde una situación previa de inactividad laboral- que los empleos adicionales, entonces hay más desocupados, a pesar de que el empleo haya aumentado. Esto repercute en que la tasa de desocupación de la fuerza de trabajo subió de 8,8% a 9,0% respecto al trimestre móvil anterior y en que sea bastante superior a la tasa de 7,9% de hace un año.
La política macroeconómica se ha alejado de cualquier perspectiva de búsqueda del pleno empleo (que ninguna autoridad se plantea como objetivo en Chile, por lo demás) y se concentra en combatir la inflación y contener los déficit fiscales, en ausencia de una reforma tributaria que aumente los ingresos, aunque lo esencial de ésta es importada y no puede ser objeto de un manejo interno consistente a través de meros aumentos de la tasa de interés y de restricciones fiscales. El problema es que esta política ortodoxa (ver https://mgpp-usach.blogspot.com/2023/03/blog-post.html) empieza a impactar negativamente en el empleo, lo que hasta aquí no había ocurrido desde la salida de crisis a fines de 2020, con excepción del empleo asalariado formal.
En efecto, los dependientes con cotizaciones reportadas a la Superintendencia de Pensiones disminuyeron por quinto trimestre móvil consecutivo en junio de 2023 (último dato disponible). La caída fue de -85 mil empleos en doce meses (-1,5%) y de -23 mil respecto al trimestre móvil previo. Este tipo de ocupación formal (el 65% del total del empleo) había crecido sustancialmente en la etapa de recuperación de la crisis (ver el tercer gráfico), dado el aumento de la demanda interna y los subsidios al empleo, pero desde la última parte del año pasado enfrenta una coyuntura de destrucción de puestos de trabajo.
La resiliente creación de empleo en el primer semestre de 2023, una buena noticia, se explicó por el aumento del empleo asalariado informal y del empleo por cuenta propia, una no tan buena noticia. En el segundo semestre se está configurando un escenario de eventual caída del empleo agregado, dado el efecto combinado de la persistente restricción monetaria y de una política fiscal que fue expansiva en la primera parte del año pero al parecer no lo será en la segunda parte. Las expectativas de los empleadores parecen no ser ya suficientemente positivas como para ampliar las contrataciones laborales en el corto plazo, introduciendo una interrogante sobre la evolución del empleo en lo que resta del año.
Comentarios sobre la política económica
La lenta evolución coyuntural de la actividad económica y del empleo se explica por la secuencia de aumentos de la tasa de interés de política monetaria del Banco Central desde 2021, que tiene efectos contractivos en la inversión y el consumo de las familias. La nueva presidenta y el consejo de la autoridad monetaria llevaron mes a mes la tasa desde el 5,5% vigente en marzo de 2022 a un muy alto 11,25% en octubre de 2022, nivel mantenido hasta julio de 2023. El consejo empezó a bajar la tasa recién en agosto de este año, a 10,25%, y en septiembre, a 9,5%.
Existe una suerte de “propensión al shock recesivo” en algunos economistas chilenos, con el récord de haber provocado grandes depresiones en 1975, bajo la directa recomendación de recorte presupuestario y monetario drástico de Milton Friedman, y en 1982-83, bajo el dogma del enfoque monetario de la balanza de pagos y el ajuste automático con tipo de cambio fijo. Con una orientación algo más keynesiana, se produjeron recesiones evitables en 1999 y 2009. Y ahora se llevó a un también muy amplio ajuste fiscal después de la fuerte expansión de 2021. Su brusquedad fue inusitada, con una caída de 22,5% del gasto público presupuestado para 2022 por el gobierno de Sebastián Piñera, llevado a -23,0% por el nuevo gobierno. El resultado es que en 2022 se produjo en Chile un superávit fiscal de 1,1% del PIB (a comparar con el déficit de -5,4% del PIB de los países del G7), en parte explicado por ingresos extraordinarios del cobre y el litio, luego de un déficit fiscal de -7,7% en 2021 y de -7,1% en 2020 (y de -2,3% en 2019, antes de la pandemia).
Este shock de restricción de gasto público, aunque haya sido precedido de una fuerte expansión previa, no tuvo mayor sentido en una situación de salida de crisis, especialmente cuando el impacto por una vez en el consumo de las familias y en las importaciones de los retiros de ahorros de los fondos de pensiones se agotó.
No hubo nada similar en prácticamente ninguna otra parte del mundo en el mismo período. Las autoridades económicas de los grandes países son más bien proclives a los "aterrizajes suaves", pero para los economistas chilenos promedio esto sería erróneo, sin otro fundamento analítico que no sea el uso de modelos con una relación lineal inversamente proporcional entre inflación y demanda interna, usando parámetros de brecha producto-ingreso altamente cuestionables (ver https://www.piie.com/.../25-years-excess-unemployment...).
La vuelta a un déficit fiscal efectivo y estructural menor debió, al menos, ser mucho más gradual, especialmente en una economía que mantiene amplios espacios de acceso a los mercados de capitales y al endeudamiento externo, dada su relación deuda/PIB considerablemente más baja (38%) que la existente en las economías de altos ingresos (67% en Alemania, 122% en Estados Unidos y 261% en Japón, según los datos del FMI para 2022) o en las de América Latina (61% en Uruguay, 83% en Bolivia, 85% en Argentina, 86% en Brasil, 158% en Venezuela, según la misma fuente).
El argumento utilizado fue que era necesario contribuir a disminuir el alto consumo privado y sus efectos en la inflación y en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Este alto consumo tuvo causas con un efecto por una sola vez (retiros de cuentas de pensiones), mientras la atribución arbitraria de un efecto inflacionario permanente subestimó, además, la capacidad de respuesta de la oferta interna y externa. No se produjeron saltos inflacionarios por rigidez de la oferta frente a una demanda en fuerte expansión sino de carácter transitorio, incluyendo cuellos de botella vinculados a la salida de la pandemia. El déficit en la cuenta corriente fue, por su parte, financiado sin sobresaltos y disminuyó conforme caían las importaciones ligadas a la fuerte expansión, también transitoria, del consumo de bienes durables.
El bajo desempeño de 2022 y 2023 podría haberse evitado con una política monetaria y fiscal de "aterrizaje suave" y no de "shock", pero eso suponía alejarse del "mantra ortodoxo" prevaleciente en el gobierno saliente, pero solo después de las elecciones de 2021, al que se sumó en alguna medida el gobierno entrante, siguiendo la conducta de rendirle homenaje a la ortodoxia monetaria y fiscal para recibir comentarios laudatorios de los agentes de mercado. Hoy se están viendo las consecuencias en materia de producción y empleo. Mientras, la inflación sigue un curso fuertemente asociado a la evolución de los precios externos, más que a la demanda interna y a las políticas recesivas para comprimirla, por la naturaleza del brote inflacionario de 2021 y 2022 (ver https://mgpp-usach.blogspot.com/2023/03/blog-post.html).
En este panorama poco alentador en materia de política macroeconómica, es una buena noticia que el gasto público vaya a crecer en 3,5% en 2024, por sobre el PIB, según se establece en el proyecto de ley de presupuestos enviada al parlamento por el gobierno, y que se programe otra vez un déficit fiscal efectivo. En esta coyuntura, en que se requiere reactivar la economía, esta política se justifica plenamente, pues el estancamiento reduce los ingresos fiscales y aumenta el déficit en relación a un PIB más bajo. Se vuelve, al parecer, a un enfoque con más énfasis contra-cíclico, como corresponde a una adecuada política macroeconómica en un marco de responsabilidad fiscal razonable, es decir una que maximice la sostenibilidad en el tiempo del aumento del empleo y el bienestar y minimice las fluctuaciones evitables.
Autor responsable: Gonzalo Martner.