Documento de Trabajo, diciembre de 2024
Gonzalo D. Martner
Departamento de Economía
Universidad de Santiago de Chile
Resumen
Este texto hace un balance sintético de la evolución reciente de la economía mundial y se interroga sobre los efectos de una acentuación del proteccionismo en Estados Unidos y de su confrontación con China. La conclusión es que las medidas proteccionistas no impedirán que China siga aumentando su capacidad de producción con tecnologías avanzadas y fortalezca su competitividad externa, a pesar de sus recientes problemas en el sector financiero e inmobiliario y el lento crecimiento de su consumo interno, mientras no parece muy probable que la economía de Estados Unidos logre afianzarse más allá del corto plazo.
1. La configuración actual de la economía mundial
Después de la primera fase de la revolución industrial originada en Europa Occidental, Estados Unidos logró una industrialización rápida en la segunda parte del siglo XIX, combinando el proteccionismo con la expansión de los intercambios a partir de recursos naturales abundantes y una inmigración creciente.
Se transformó en la economía dominante en el siglo XX, mientras después de la segunda guerra mundial fue artífice y beneficiaria del proceso de aceleración del comercio y de la internacionalización de las finanzas y las inversiones, en lo que se conocería como la globalización de la economía. El resto de las periferias de la era de los imperios coloniales permaneció en el siglo XX en el rol de abastecedora de materias primas a los centros, siendo la del bloque soviético una realidad de otro orden que terminó por disolverse a partir de 1991. Entre tanto, se produjo un impulso industrializador parcial por sustitución de importaciones en diversas periferias, pero también exportador desde los años 1960 en el caso de los llamados "tigres asiáticos" (Corea del Sur, Taiwan, Singapur, Hong-Kong), territorios inicialmente marginales y pobres.
En lo que va de siglo XXI, se aceleró una reconfiguración de la economía mundial en que una parte de la acumulación de capital se realizó, con el avance del transporte, las comunicaciones y la economía digital, mediante cadenas de producción internacionalizadas, que incluyeron actividades en países que fueron llamados "emergentes". Estas cadenas, dominadas por empresas situadas en Estados Unidos, Europa y Japón, deslocalizaron parte de su actividad hacia lugares de menores costos, regulaciones más laxas y accesos directos a mercados internos de cierta importancia, con China como protagonista de una acelerada industrialización.
China, el país más poblado del mundo y la economía más importante antes de la revolución industrial, dejó atrás las convulsiones de la revolución iniciada en 1949 y logró planificar desde los años 1980 la instalación en su territorio de manufacturas de ensamblaje simple con inversión extranjera y orientación exportadora. Luego la expandió hacia la producción amplia de insumos y productos en cadenas de valor más cercanas a la frontera tecnológica de alta rentabilidad, con empresas mixtas o propias. Esto permitió a su economía lograr una mayor competitividad sistémica y disputar progresivamente en lo que va de siglo XXI la hegemonía industrial más avanzada a las empresas basadas en Estados Unidos, Europa y Japón. India está recorriendo un camino semejante en materia tecnológica, con un sector de inteligencia artificial que aumenta en cerca de un 40% anual, para lo que cuenta con 5,4 millones de ingenieros especializados en desarrollo de software, soluciones en la nube, tecnologías emergentes y robótica. India aspira a convertirse en el mayor productor de semiconductores.
Entre 2015 y 2023, tanto el PIB de India como el de China crecen a un promedio de 5,8% anual, expandiendo su capacidad tecnológica. Aunque China no ha avanzado hacia una economía de menor inversión y mayor consumo como sería recomendable (la inversión como proporción del PIB ha aumentado en medio de una burbuja inmobiliaria gigantesca , con políticas que fomentaron la inversión en industrias con una capacidad excedentaria que ha revertido a la exportación), su producción representó en 2023 un 19% de la economía mundial a paridad de poder de compra. La de India alcanzó un 8%, mientras la de Estados Unidos representó un 15% y la de la Unión Europea un 14% (más un 2% de Reino Unido). La de América Latina y el Caribe sumó un declinante 7% del total mundial (y la de Chile solo un 0,3%).
La situación estructural es una en que tres cuartas partes de los productos importados de los que dependen América Latina, el Sudeste Asiático y África provienen de China. En Estados Unidos afecta a más productos que las otras grandes economías (22 % de los bienes importados, frente al 14 % para la Unión Europea) debido a la desindustrialización más pronunciada y su déficit exterior persistente, permitido por el papel internacional del dólar. La mayor parte de este ascenso ocurrió durante los años 2000, alimentado por masivos flujos de inversiones extranjeras y la integración en la Organización Mundial del Comercio en 2001, con un desempeño comercial excepcional. En una década, se convirtió con creces en el primer exportador de bienes manufacturados, a niveles que solo Estados Unidos había alcanzado en la posguerra.
Pero no se debe perder de vista que la realidad principal de la economía mundial es la interdependencia. En una globalización basada en cadenas de valor fragmentadas, la dependencia respecto a China en diversas manufacturas tiene como contrapartida una dependencia de China de insumos europeos, estadounidenses o de Asia oriental para los más avanzados, y de otros insumos y materias primas provenientes del resto del mundo, incluyendo América Latina. Aunque ya no es solo un destino de ensamblaje, China a menudo sigue siendo la última etapa antes de la entrega del producto terminado hacia el resto del mundo. Además, existen muchos otros canales de interdependencia como los intercambios de servicios, las inversiones y los conocimientos, en los que Estados Unidos y Europa mantienen fortalezas.
Los tres grandes actores económicos del planeta que son Estados Unidos, la Unión Europea y China buscan su lugar en los reacomodos estratégicos, sabiendo que solo pueden hacerlo en función de los otros dos. Europa no quiere estar a igual distancia entre Pekín y Washington, pues forma con Estados Unidos una alianza que la agresión rusa a Ucrania ha ayudado a fortalecer. Pero eso no impide que los europeos busquen definir su propia línea con respecto al tercer actor, China, cuyo comportamiento en la escena mundial está en parte relacionado con su rivalidad con la primera potencia, Estados Unidos.
El avance tecnológico chino y la respuesta de Estados Unidos
China procura mantener un crecimiento de al menos un 5% al año, después de décadas de crecimiento a un ritmo que solía ser el doble del actual. El menor crecimiento se consolidó con la recesión mundial de 2008-2009 y luego la pandemia y ha sido inferior al de la India, aunque siempre muy superior al de los países del G7. China está experimentando una caída en la construcción de viviendas desde 2022, que junto a la producción de acero, vidrio y otros materiales fue, además de las exportaciones industriales, el mayor impulsor del crecimiento durante décadas, con una muy elevada tasa de inversión. Docenas de desarrolladores insolventes o casi insolventes luchan por terminar las viviendas que han prometido a los compradores. Ahora China necesita un consumo interno mayor para reducir el desempleo juvenil y ayudar a las empresas a lidiar con su endeudamiento. Entretanto, los hogares mantienen importantes niveles de ahorro para enfrentar contingencias, mientras ha habido pocas disposiciones concretas del gobierno para persuadirlos que reviertan una desaceleración prolongada del gasto.
Para estimular el crecimiento, se están aplicando las recetas ya probadas, es decir invertir fuertemente en el sector manufacturero, con apoyo de la banca estatal (por décadas la inversión ha representado un 40% del PIB o más). Esto incluye una avalancha de nuevas fábricas que han ayudado a impulsar las ventas de paneles solares, autos eléctricos y otros productos vinculados a la transición energética en todo el mundo. China está dominando masivamente esos mercados. La prensa estatal alaba en particular las “tres novedades”: la energía fotovoltaica, las baterías y los vehículos eléctricos, en oposición a las “tres antigüedades”: la producción textil y la ropa, los muebles y los electrodomésticos de baja gama. El país está acelerando la instalación de campos de paneles solares en su territorio a un ritmo sin precedentes, tanto para salir de la dependencia del carbón como para absorber su producción: en 2023, China ha sumado 216 gigavatios de paneles fotovoltaicos, más que toda la capacidad instalada en Estados Unidos.
El nuevo programa chino tiene el lema, impulsado por Xi Jinping, de crear “nuevas y cualitativas fuerzas productivas”. Se trata de impulsar la innovación y el crecimiento a través de grandes inversiones en manufactura, particularmente en alta tecnología y energía limpia, así como un gasto robusto en investigación y desarrollo. La manufactura representa una gran parte de la economía del país, más del doble de la proporción vigente en Estados Unidos. Un 31% de la manufactura mundial proviene hoy de China, contra un 20% en 2010 y un 6% en 2000. La ONU prevé que en 2030 alcance un 45%. Este es un nivel de dominio manufacturero que solo se ha visto dos veces antes en la historia: por el Reino Unido al inicio de la revolución industrial y por Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial.
En la etapa más reciente, el impulso estatal de nuevas fábricas automatizadas con robots e inteligencia artificial (las "fábricas oscuras", pues no requieren luz eléctrica para funcionar) y costos competitivos, han ayudado a impulsar las ventas chinas en el exterior y en especial de productos vinculados a la transición energética, al punto de dominar esos mercados en el mundo. Para impulsar esas nuevas cadenas de producción, es esencial para China no quedar atrás en las tecnologías de la información, los microprocesadores y la inteligencia artificial, áreas en las que el gobierno y las empresas estatales y mixtas invierten en gran escala.
Esta apuesta de China por las exportaciones de manufacturas ha preocupado a muchos países y empresas extranjeras. La secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet L. Yellen, advirtió que inundar los mercados con exportaciones chinas perturbaría las cadenas de suministro y amenazaría a las industrias y los empleos. El canciller Olaf Scholz de Alemania ha expresado preocupaciones similares, en un contexto en que, por ejemplo, Volkswagen, la principal empresa automotora del mundo, está desarrollando fuertes inversiones en China para su producción de nuevos modelos de autos eléctricos antes que en Alemania o Europa del Este. Estados Unidos y la Unión Europea han establecidos fuertes aranceles para proteger su mercado, pero dado que los autos eléctricos cuestan la mitad en China que su precio de exportación, se mantienen competitivos disminuyendo sus márgenes. Muchas empresas chinas han estado recientemente compitiendo por reducir los precios de exportación y ganar una mayor participación en los mercados globales, incluso cuando significa incurrir en grandes pérdidas, lo que representa una gran diferencia con la maximización de utilidades de corto plazo propia del capitalismo occidental financiarizado.
Un tema se vuelve prioritario entre los occidentales es la seguridad económica, que exige aminorar las dependencias tecnológicas y de materiales críticos, para no reproducir con China la dependencia energética europea respecto a Rusia hasta la guerra de Ucrania. La reacción del gobierno de Estados Unidos en los últimos años ha sido intentar evitar que las empresas chinas tengan acceso a los chips más avanzados, piezas diminutas de silicio con miles de millones de circuitos grabados en su superficie que alimentan desde iPhones hasta autos eléctricos y son esenciales para los sistemas de inteligencia artificial y las aplicaciones militares modernas. Partió bloqueando el suministro a Huawei de las aplicaciones de Google desde 2019, afectando sus mercados, incluyendo los de telecomunicaciones (lo que también ocurrió en Chile con el proyecto de cable submarino suspendido por Piñera). Se prohibió a las estadounidenses Qualcomm e Intel proveer sus mejores semiconductores a Huawei, así como la venta de chips para inteligencia artificial de Nvidia a China.
Según reseña The New York Times, en octubre de 2023 el gobierno de Estados Unidos también impuso restricciones de venta de chips avanzados de TMSC a China, la empresa tecnológica taiwanesa que provee la mayoría de esos chips de computadora en el mundo. Gran parte de los ingresos de la tecnológica taiwanesa provienen de las compras de las norteamericanas Apple y Nvidia. Sin embargo, empresas chinas como Baidu, un gigante tecnológico que desarrolla sistemas de inteligencia artificial, y Horizon Robotics, especializada en software para conducción autónoma, también compran chips a TSMC. Las regulaciones no lo prohíben completamente, pero los clientes chinos no deben acceder a chips avanzados. El descubrimiento reciente de uno de esos chips en un dispositivo de la tecnológica Huawei llevó a un nuevo plan para detener y revisar pedidos de compradores chinos. Los ingresos de TSMC provenientes de esas ventas se han reducido casi a la mitad desde que el gobierno de los Estados Unidos comenzó a restringir las exportaciones de chips a China.
En abril de 2024, TSMC recibió ayudas por 6,6 mil millones de dólares para terminar una fábrica en Arizona, según el plan del gobierno de Biden de instalación subsidiada de empresas tecnológicas en Estados Unidos. Lo propio hizo el gobierno de Alemania con TSMC para un proyecto de 10 mil millones de euros, subsidiado a la altura de 5 mil millones. Pero Trump declaró antes de ser elegido que los subsidios estadounidenses para empresas taiwanesas eran una mala idea, ya que Taiwán domina la industria de chips supuestamente a expensas de sus rivales estadounidenses. Se propone eliminar parte de los subsidios internos a la electromovilidad y establecer altos aranceles de importación.
El gobierno de Estados Unidos ha buscado, además, hacer imposible el desarrollo de la producción de chips avanzados en China y ha intentado que no se venda maquinaria relacionada para evitar que la empresa china SMIC, especializada en chips y parcialmente estatal, reemplace sus herramientas más obsoletas y fabrique el tipo de chip que Huawei ahora necesita. Ha presionado a empresas japonesas y neerlandesas, como ASML, para que detengan la venta de maquinaria necesaria para fabricar estos chips.
Pero esto aumentó el volumen de pedidos a empresas chinas como SMIC, que ha acelerado sus innovaciones. Huawei logró el año pasado liderar el mercado de teléfonos inteligentes en China al lanzar Mate 60 Pro, un dispositivo que incluye un chip de computadora más sofisticado que cualquier otro producido anteriormente por una empresa china. Ahora ha dado un paso adicional y lanzará Mate 70, diseñado para competir con el iPhone de Apple. Este dispositivo funciona con el sistema operativo desarrollado por Huawei, que conecta el teléfono con otros productos de la marca como autos eléctricos, altavoces inteligentes y relojes, lo que ha reforzado su imagen de líder nacional triunfante frente a las restricciones impuestas por Estados Unidos. Huawei destina un cuarto de sus ventas a la innovación, ha ampliado su gama de productos, desarrollado tecnologías de inteligencia artificial y trabajado durante años para posicionarse como sinónimo de la industria tecnológica de China, como Apple lo es de Silicon Valley. Los chips utilizados en los smartphones de Huawei se han convertido en un símbolo de la lucha entre China y Estados Unidos por el control de la tecnología avanzada. Los consumidores en China se han mostrado proclives a adquirir un teléfono con componentes de última generación fabricados completamente en el país. Huawei logró atraer a clientes que probablemente habrían optado por comprar iPhones, afectando así al mercado más importante de Apple fuera de Estados Unidos. Según un informe de Canalys, en 2022 tres cuartas partes de los teléfonos inteligentes de gama alta vendidos en China eran iPhones. Este año, esa cifra se redujo a la mitad, mientras que la participación de Huawei se duplicó. En adelante, siempre según The New York Times, el éxito comercial del Mate 70 dependerá de la capacidad de Huawei y SMIC para garantizar un suministro constante de chips. SMIC abastece también a las empresas competidoras de Huawei, las también chinas Xiaomi y Oppo, lo que pondrá una gran presión sobre su capacidad de sostener la provisión de chips de última generación, desafío que las prohibiciones estadounidenses no hicieron más que acelerar.
El avance tecnológico en China ya no consiste solo en asimilar propiedad intelectual extranjera. Las principales universidades chinas publican artículos de investigación de alto impacto al nivel de las estadounidenses, y lo mismo ocurre con sus registros de patentes. En algunos campos están por delante, como en ciencia de los materiales. China no solo produce los paneles solares más baratos, sino también los más eficientes, y su industria automotriz lidera la transición hacia el modo de transporte del futuro, con modelos que superan en tecnología y costos, por ejemplo, a los fabricantes alemanes. Volkswagen, el mayor productor de automóviles en el mundo, está invirtiendo en sus fábricas de autos eléctricos instaladas en China, incluyendo la introducción de al menos ocho nuevos modelos eléctricos hacia 2030, y disminuyendo su producción local.
¿Qué implican estos procesos para los exportadores latinoamericanos como Chile? Un primer efecto de la baja del crecimiento chino fue la caída del precio del litio, componente clave de las baterías para autos eléctricos, pero su demanda futura seguirá al alza, así como la del cobre. A su vez, las empresas que han dependido de la venta de materias primas a China para la construcción de viviendas e infraestructuras han estado observando el renovado énfasis en la manufactura de alta tecnología, pero concluyen que China inevitablemente continuará gastando mucho en infraestructura, incluidas carreteras, líneas ferroviarias y puertos.
La estrategia proteccionista de Trump
El cambio de gobierno en Estados Unidos plantea una perspectiva de mayor confrontación económica y estratégica con China ¿Qué efectos tendrán los recientes anuncios proteccionistas de Trump? Estos incluyen a los tres principales actores del comercio exterior de Estados Unidos que son China, Canadá y México (en el caso de estos últimos dos países para evitar una mayor instalación de empresas chinas en las fronteras con cero arancel).
Es posible que fortalezcan el empleo en el corto plazo en una parte de la industria local, pero aumentarán los costos de la que usa insumos externos y pondrán en entredicho el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que beneficia a muchos otros sectores de la economía de Estados Unidos. Este tratado fue renegociado en 2020 y se debe revisar en 2026, en un contexto en el que un 16% de los vehículos vendidos en Estados Unidos provienen de México y el 7% de Canadá. La industria automotriz estadounidense depende en gran medida, a su vez, de los insumos y los repuestos originados en los dos países fronterizos: cualquier imposición de aranceles, y más aún si llegan al anunciado monto de 25%, afectaría rápidamente los precios de venta, como también lo haría el incremento de 10% adicional a los aranceles de bienes provenientes de China.
Trump ha insistido en que las empresas extranjeras pagarán los nuevos aranceles, pero en realidad estos son pagados por las empresas que importan los productos. Cuando la situación de mercado se lo permite (dependiendo de la elasticidad-precio de la demanda) estos costos se transfieren a los consumidores y no son absorbidos por las empresas mediante disminuciones de utilidades, lo que ocurre en la mayoría de los casos. Trump ya impuso aranceles altos en 2017, incluidos gravámenes de hasta 25% sobre el precio del acero y el aluminio y de 15% a una variedad de productos provenientes de China. Un estudio gubernamental encontró que los aranceles sobre el acero y el aluminio aumentaron la producción estadounidense de esos metales en 2,2 mil millones de dólares en 2021, pero las manufacturas estadounidenses que los utilizan para fabricar autos, empaques de alimentos y electrodomésticos tuvieron que asumir costos más altos y terminaron con una reducción de 3,5 mil millones de dólares en su valor de producción.
Si las nuevas medidas proteccionistas se concretan, se producirán represalias. Durante el primer mandato de Donald Trump, la Unión Europea, China, Canadá y otros gobiernos respondieron imponiendo aranceles a productos estadounidenses como soja, whisky, jugo de naranja y motocicletas, lo que llevó a que algunas exportaciones de Estados Unidos se desplomaran. Es probable que escenarios similares vuelvan a ocurrir en mayor escala si se implementan nuevas tarifas. Esto le podría servir a China, además, de justificación para devaluar su moneda y mejorar su posición comercial. Durante los años 2018 y 2019, China ya permitió que el renminbi se debilitara como respuesta a las políticas comerciales de Trump.
Estas medidas no impedirán que China siga aumentando su capacidad de producción interna con tecnologías avanzadas y fortalezca su competitividad, a pesar de sus recientes problemas en el sector financiero e inmobiliario, el lento crecimiento de su consumo interno y el desempleo juvenil. Este preocupó a los líderes del país cuando alcanzó un 21,3 % en junio de 2023, pero ha disminuido a 17,6%. La crisis del mercado inmobiliario parece finalmente estar siendo superado con un aumento en las transacciones tras el apoyo estatal a este sector, que representa, directa e indirectamente, un tercio de la economía china. Las capacidades exportadoras de China hacen que solo aranceles muy altos puedan ralentizarlas, lo que encarecería el suministro de insumos cruciales para las industrias estadounidenses que no se encuentran fácilmente disponibles en otros lugares. Perder parte del mercado de Estados Unidos llevará a China a derivar más productos al resto del mundo y a desplazar más industrias en muchas partes, en especial en Europa, aunque los países se beneficiarán de bienes tecnológicos más baratos para su transición energética. El World Economic Forum subraya que China, como principal socio comercial de más de 140 países, es uno de los mejor situados para definir el ritmo y la velocidad de la transición verde de las cadenas de suministro mundial. Esto aumentará su poder económico, y también en algún grado su influencia política en el mundo, mientras no es muy probable que el poder de Estados Unidos logre recuperarse como Trump desearía.
En 2017, impuso aranceles que costaron a los consumidores estadounidenses varios miles de millones de dólares en forma de aumentos de precios. Esta vez, Trump propone los mencionados aranceles mucho más altos, que de concretarse alimentarían la inflación y perjudicarían a los estadounidenses de ingresos bajos y medios. Entre tanto, la deuda pública de Estados Unidos ha aumentado significativamente desde el inicio del primer mandato de Trump, debido en gran parte a sus propias políticas de baja de impuestos a los más ricos y a su respuesta a la pandemia de COVID-19. Las tasas de interés reales mundiales, que parecían estar en niveles históricamente bajos en 2016, son ahora más altas. No está garantizado que el crecimiento económico pueda mantener el ritmo de una deuda pública en aumento. Trump, además, propone un conjunto de nuevas medidas costosas, como la eliminación de impuestos sobre las propinas y las pensiones de jubilación, lo que podría aumentar la deuda pública nacional en 7,8 mil millones de dólares. Aunque los aranceles generen ingresos adicionales, será a costa de los consumidores estadounidenses.
Trump ha amenazado con imponer aranceles punitivos del 100 % a los países que se alejen del dólar estadounidense y advirtió a los países BRICS en contra de crear o respaldar una moneda de reserva alternativa: "requerimos un compromiso de estos países de que no crearán una nueva moneda BRICS ni respaldarán ninguna otra moneda para reemplazar al poderoso dólar estadounidense, o enfrentarán aranceles del 100 %". El dólar estadounidense seguirá vigente como el medio de pago más importante, una reserva de valor efectiva y la moneda preferida para el comercio y las finanzas internacionales, así como para las reservas de divisas mantenidas por los bancos centrales para garantizar el suministro de importaciones y protegerse contra crisis cambiarias. Sin embargo, a medida que el centro de gravedad económico mundial se desplaza hacia Asia, la desdolarización se está acelerando. La proporción del dólar en las reservas de divisas extranjeras cayó de un máximo del 72 % en 2002 al 59 % en 2023, impulsada por un euro en 20% del total y una mayor demanda de monedas de reserva no tradicionales, especialmente el renminbi chino. Además, el comercio mundial de petróleo, que hasta el año pasado se realizaba casi exclusivamente en dólares, ahora ve que una quinta parte de estas transacciones se denomina en otras monedas, mientras las innovaciones han reducido los costos y aumentado la eficiencia del uso de liquidaciones en moneda local para el comercio bilateral.
Para las economías emergentes y en desarrollo, la desdolarización puede mitigar los efectos adversos de las políticas de la Reserva Federal de los Estados Unidos. El ciclo reciente de endurecimiento agresivo de la Fed ha exacerbado la inestabilidad macroeconómica y ha hecho más lento el crecimiento, situando a más países en la trampa de ingresos medios y frenando la convergencia de ingresos a nivel global. La desdolarización también podría reducir la necesidad de acumular reservas como seguro contra choques externos y la volatilidad financiera. En lugar de mantener reservas, las autoridades monetarias podrían invertir en activos de mayor rendimiento. Las reservas precautorias son particularmente perjudiciales para los países de bajos ingresos con mayores riesgos crediticios y diferenciales de tasas de interés más altos. El cambio hacia monedas de reserva no tradicionales en un sistema económico cada vez más multipolar, y la creciente importancia del uso transfronterizo de monedas nacionales sugieren que la desdolarización continuará. Un tsunami de aranceles y sanciones bajo la próxima administración estadounidense seguramente acelerará este proceso. Pero si la administración de Trump decidiera tomar represalias con aranceles del 100%, la medida podría volverse en su contra, lo que llevaría a los bancos centrales a recurrir al renminbi, monedas más pequeñas o incluso al oro para sus reservas internacionales.